El realizador compite en los largometrajes de la sección Canarias Cinema con un título que se apoya en la producción de El Viaje Films, de José Alayón
Fillol propone “una película con otras muchas películas dentro”, ambientada en unos oscuros años setenta y que “juega con una imaginaria que ha estado muy presente en Argentina”
Matadero es un film político, pero también una cruda reflexión sobre el compromiso del artista con la obra que quiere conseguir a toda costa
Las Palmas de Gran Canaria, jueves 13 de abril de 2023.- “El matadero” está considerada la primera ficción argentina: un relato escrito por Esteban Echevarría en torno a 1840, aunque no sería publicado hasta veinte años después de la muerte del autor. Es un relato crudo y rural, que gira en torno al conflicto entre las clases pudientes y los trabajadores, con la explotación ganadera vacuna como telón de fondo y escena en la que se mueve una historia fundamentalmente política. Nunca había sido llevada al cine, hasta que Santiago Fillol la convirtió en película en 2022, Matadero. La coproducción argentina, española y francesa lleva el sello de El Viaje Films, productora del isleño José Alayón. El título es probablemente el más áspero y oscuro que se incluye en la sección de largometrajes de Canarias Cinema en este Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria 2023.
El argentino Fillol se inventa “una película con otras muchas películas dentro”, una propuesta “potencialmente real” en torno al rodaje de una historia de época (el Siglo XIX en el que se escribió el cuento original) durante los turbulentos años setenta en Argentina.
El realizador describe su Matadero como “una ficción, sólo que juega con una imaginaria que ha estado muy presente en Argentina”. El cuento original tiene un carácter fundacional en su literatura nacional, y, como recuerda el cineasta, “marca una lucha entre las clases altas y los trabajadores, que están retratados como bestias”.
Aunque Fillol señala que “El matadero” de Echevarría ha resultado muy socorrido para “asignar roles diferentes a los bandos, según conviniese en el momento: las tornas cambiaban según qué época, los pobres eran los peronistas, o los ricos de repente eran los que explotaban a los pobres. Vimos esa problemática, la de plantearte a quién filmas, al que está siendo ultrajado o al que ultraja. Tuvimos que pensar cómo poníamos esto en pantalla”.
El resultado presenta a un director obcecado con conseguir la película que tiene en la cabeza, sin importar las circunstancias, a una novata en la asistencia a la dirección tan embelesada por el cineasta en el film como estupefacta ante la crudeza de lo que quiere desarrollar, a un grupo de actores amateurs con espíritu reivindicativo en una izquierda que estaba a punto de ser perseguida por el régimen.
Fillol cuenta cómo “queríamos discutir esa mirada del director desde otros puntos de vista, desde el de su ayudante o desde el de los actores, que están a punto de robarle su película. Me interesaba que tuviera varias películas dentro de la película. Otra película siempre podía haber sido posible, y eso es algo que queríamos trasladar a la cabeza del espectador. Ahí surge la nuestra”.
El director conviene en que “todos lo que hemos nacido en los años setenta en Argentina tenemos presente esa época, que también es un momento en el que se vuelve la vista atrás desde el cine, y se intentan entender esos años, los matices, las tensiones que estaban en juego”.
Fillol, no obstante, apunta “los años setenta también me resuenan no sólo en Argentina, sino en el cine, cuando se soñaba con un cine bigger than life (más grande que la vida)”. Ahí cita a sus referencias dentro de su estilo: Coppola en Apocalypse Now o Herzog en Fizcarraldo, por ejemplo. “Esa pulsión para hacer algo más real que lo real me parecía muy de la época. También la idea de las revoluciones, en las que se asumen una serie de sacrificios. Esas pulsaciones latinoamericanas tenían un anclaje posible con ese cine de los setenta”, observa el realizador argentino.
¿Fue complicado el rodaje de Matadero? “No más que otros”, recuerda su director, “los rodajes siempre son complicados, más en época de pandemia o en películas en las que, como esta, ha habido escenas con muchos extras, pero no ha resultado especialmente difícil con respecto a otros trabajos”.
Santiago Fillol, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional de Córdoba y doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Pompeu i Fabra de Barcelona, regresa al Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria después de un largo paréntesis. En 2009 su primer título, el documental Ich Bin Enric Marco, compitió en la sección oficial. Entre medias, Fillol ha ido acrecentando su nombre y su firma, también como guionista (suyo es, junto a Oliver Laxe, el guion de la alabada Lo que arde (2019)) o como productor.
Menos prolífico como realizador, el cineasta argentino tampoco es que le haya perdido la pista al festival de la capital grancanaria, una cita “a la que le tengo muchísimo cariño, y que, entre otras cosas, también se ha convertido en un foro muy valioso para el cine latinoamericano”. Su Matadero ya ha estado en los festivales de Locarno, Sevilla y Mar del Plata.
MATADERO
“Retrato de un rodaje maldito en la Argentina de 1974 con una fotografía sublime”. Luna Frax, programadora 22FICLPGC
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