➢ Víctor Moreno presenta en Lovebirds, un hotel tan solitario y desangelado como su protagonista, Nicola Pedrozzi
➢ David Pantaleón también aborda el tiempo de las restricciones en su Réquiem por la fiesta
➢ Rafael Montezuma exhibe todo un poema visual en su Bancal, un corto pleno de simbolismo
➢ Rosa P. Almeida firma Martes de Carnaval, un retrato íntimo de la artista y la persona que algún día fue
➢ Víctor Giner y Juan S. Betancor nos acercan al Beijing del ‘delivery’ en la exótica Waimai
Las Palmas de Gran Canaria, miércoles 20 de abril de 2022. Ambientes de pandemia, memoria y aventuras solitarias son algunos de los elementos presentes en la primera sesión de cortometrajes que propone el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria en su sección Canarias Cinema, que se proyecta desde este viernes, 22 de abril en Cinesa El Muelle. Cinco piezas de corte heterogéneo, como no podía ser de otro modo en una proyección de cortos, adentrarán al espectador en un mundo contemporáneo más inhóspito que amable, y en donde cobra inusitada fuerza la mirada del individuo. Víctor Moreno, David Pantaleón, Rafael Montezuma, Rosa P. Almeida y Víctor Giner son los realizadores protagonistas de esta primera tanda de cine con acento -y talento- canario.
Lovebirds, de Víctor Moreno
En esta sesión inaugural de los cortometrajes de Canarias Cinema luce Lovebirds, la pieza de Víctor Moreno que gira en torno al personaje que encarna Nicola Pedrozzi, “que tenía interés en que trabajáramos juntos, y me pidió que pensáramos algo después de conocerle en Los Ángeles”, desvela Moreno.
El realizador tinerfeño es una firma ya conocida en el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Director de los largometrajes Edificio España (2014) y Holidays 2010), y también realizador de cortos como Fajas y corsés (2007), Fauna humana (2008), Felices fiestas (2008), El extraño (2009, gran premio del jurado en Notodofilmfest), La Piedra (mediometraje de 2013) o Diarios móviles (2012).
También es el responsable de La ciudad oculta (2108), Premio Richard Leacock en el Festival de Las Palmas de Gran Canaria en 2019 y premio al mejor documental en los Premios Feroz de 2020, que concede la Asociación de Informadores de Cine de España (AICE). Una obra que también fue proyectada en el Lincoln Center de Nueva York a iniciativa de la revista FilmComment, y que propone un cuidado viaje estético por las tuberías y túneles desplegados bajo Madrid y que prestan un servicio que sostiene a la ciudad.
Lovebirds es una pieza de cuyo guion responden Claudia León y el propio Víctor Moreno, que protagoniza Nicola Pedrozzi, el cliente de un hotel desangelado en la pandemia, y en la que Christiane Dollmann, la única trabajadora del establecimiento, le ofrece un singular contrapunto.
“En principio pensamos en un hombre solitario en un hotel vacío, antes de la pandemia”, explica Moreno sobre la preparación de su nuevo corto. “Al final decidimos que en Tenerife. Y cuando vine llegó justo la pandemia. Lo que era una dificultad, encontrar un hotel vacío, se convirtió en una oportunidad: ¡todos lo estaban!”.
Además, el director se fue a un establecimiento “al que llegué a ir de pequeño, símbolo un poco del desarrollo turístico de entonces. Luego, claro incorporamos las mascarillas y todo lo de la pandemia. Queríamos reflejar la soledad, el aislamiento, y todos esos elementos ayudaron mucho.”
Lovebirds se rodó en apenas tres semanas, “justo después de salir del confinamiento, creo que fue el primer rodaje de ficción que se hizo en Tenerife después del parón. Fue algo muy loco para un equipo de veinte personas. Todas esas circunstancias me hicieron llevar el guion al momento pandémico. Un poco el absurdo de todo, también”.
Pedrozzi es el sustento de una pieza en este hotel solitario, con una única empleada para todo. “Nicola, en el fondo, venía de un método muy distinto de interpretación, muy a la italiana. Quería en mi trabajo llevarle a algo más inexpresivo, más alienado, en el que lo más mínimo en él tenía un peso desmesurado. Hizo un trabajo extraordinario”, resume el director canario.
En su contrapunto estaba Christiane Dollmann, «que llegó a través de un casting, todo caminando muy rápido. Tuvimos la suerte de que apareciera ella. Una trabajadora solitaria que al mismo tiempo se convierte en una especia de protectora de Nicola”. Y, admite Moreno, “sí que existe esa especie de tensión creciente entre ellos, entre los dos personajes”.
El realizador descubrió en el montaje final que “me seducía ese mensaje de Purgatorio, de lugar entre la vida y la muerte. Y quizás por eso aposté más por ser más críptico”. El corto, resume, “ha estado en Málaga, donde se estrenó el año pasado, luego estuvo en Cinespaña, en Corea del Sur, en Tallin. Tienen ya un recorrido de veinte festivales, más los que le quedan. Estoy muy contento, sabiendo que era un corto en un momento muy concreto: pero no se va a pasar de moda, como temía parte del equipo”.
Moreno añade que “con el festival siempre estoy encantado de volver, porque me ha visto crecer. La primera vez que estuve era la tercera edición. Me ha dado mucho, me ha permitido conocer mucho y a mucha gente. Este año presentamos en el MECAS, en Cine por hacer, mi nuevo largo, El Exterior, que ha estado en Rotterdam y en Torino. Esencialmente es una ficción”. ¿El futuro? “Tenemos otro corto documental, del que ya hemos rodado una parte. Sí, me voy a meter más en la ficción, pero sin ignorar el documental”, anticipa el director tinerfeño.
Réquiem por la fiesta, de David Pantaleón
David Pantaleón es uno de los protagonistas señalados de esta nueva entrega de Canarias Cinema en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Presenta en 2022 su primer largometraje, Rendir los machos, a lo que añade esta presencia en el apartado de los cortos, con su Réquiem por la fiesta.
Pantaleón es un prolífico realizador de cortometrajes que acumula ya más de 25 obras en su curriculum. Licenciado en Arte Dramático y profesor de interpretación en la Escuela de Actores de Canarias, presenta en esta sesión un trabajo breve e intenso, que reta al espectador desde el mismo modelo que propone: un constante parpadeo de imágenes de primeros planos de diferentes personas al modo de las estampas que ofrecen las luminarias intermitentes de las discotecas.
Es, en realidad, una pieza “pensada, rodada, editada y estrenada” en el XVI Festival de las Estrellas de La Palma, tal como reza en los créditos del film alumbrado por su productora, Los de Lito Films. El lema de esa edición del Festivalito era “No soy un algoritmo”. En la composición del trabajo se manejó con fluidez, porque “al Festivalito llevo yendo quince años o así, y uno va aprendiendo a hacer cosas cada vez con menos elementos, y siendo consciente de que se va a ese certamen también a ayudar en las piezas de otros. El mecanismo de rodaje de la peli era fundamental. Fui una cuestión más de ser activos nosotros y no tener muy pendientes a los intérpretes. Y salió bien”.
El director defiende una pieza “que juega más con una sensación que se pretende causar en el espectador. Poco a poco los audios van revelando de lo que va. Audios sacados de YouTube generados por la Policía. Se trataba de jugar con ese concepto de ultra-vigilancia y de agresividad en torno a algo tan natural y tan necesario como el festejar”.
Pantaleón admite que el corto “no deja de ser un juego irónico. Está realizado en el tiempo pandémico y está contextualizado ahí. Pero si estuvieras escuchando unos audios de una radio rusa o ucraniana también podrías pensar que estos chavales podrían estar en un zulo en plena guerra”. Como motivación, el realizador partió de pensar en el ser humano “como alguien que no siempre está en disposición de acatar las reglas”.
Bancal, de Rafael Montezuma
“Creo que nunca se ha trabajado en este sentido audiovisual, en Canarias, el extrapolar esos términos masónicos al trabajo en cortometrajes”. Es difícil discutírselo a Rafael Montezuma, un realizador que propone un documental diferente, pleno de símbolos ocultos y de una inspiración utópica y con una atención a la producción que se construye con espíritu artesano. Su último trabajo, Bancal, se ha paseado con éxito y notoriedad en citas como el IDFA, MiradasDoc, Go Short y el D’A Film Festival de Barcelona.
La historia de Montezuma como director de cortos es tan breve como destacada. Lo ha demostrado en sus anteriores Voces del barranco (2019), Pillimpo (2019), Hiram (2018) y Dua2litet (2018). En su debut obtuvo el Premio Dimensions en el Short Short Story Film Festival de Providence (Estados Unidos). Con Hiram ganó un premio en el concurso Athanatos Inmortal, organizado por el Instituto Canario de Bioantropología. Además, entre otras cosas, ha sido director de Cockfight, de Humberto Vélez.
Y, sí, el director canario encuentra en la masonería todo un motivo desde el que partir a la hora de construir sus piezas. “Siempre existen esos secretos, ese tejido sensible de fondo. Ahí estamos aludiendo a conceptos de la masonería, que son los que siempre me mueven. No se trata de hacer proselitismo, pero sí me interesa el ritual, lo relacionado con su geometría, sus conceptos”.
En Bancal, igualmente, busca “que el espectador, a través de las formas, los símbolos, los gestos, pueda interpretar el corto a su manera. No hace falta entender que hay un concepto masónico dentro: hay muchísimas capas a la hora de interpretar todo esto. Bancal está pensado para que la gente que lo vea tenga una experiencia sensorial”.
El cortometraje gira en torno al Maestro Santiago, a los paisajes isleños que habita, a su labor como maestro pedrero. Montezuma intenta con este trabajo “lo de siempre”, esto es “revelar lo velado. Sí, a simple vista puede ser un señor mayor que sigue trabajando la piedra, y esos recuerdos de su pasado: hay una plataforma que es real, porque él ha hecho esos números allí, pero luego hay unos elementos de ficción, la relación del ser humano con el Cosmos. En mi interpretación, él entiende el tejido sensible que mueve el mundo, observa las cosas a las que hoy no se le presta atención. Su guía es la arquitectura fractal de la naturaleza”.
Es aquí donde se inspira el realizador en símbolos masones, porque “la luz y la piedra son elementos de la masonería. Son reminiscencias de mi pasado, de mi familia. La piedra es también un elemento de construcción no sólo de un templo interior, sino del templo de una comunidad. Bancal”, resume, “es una utopía acerca de una sociedad en equilibrio”
Una utopía velada y críptica en lo justo, que se despliega con verdadero impacto visual en el film, en el que Ivó Vinuesa ejerce de co-guionista y montador. “Ha sido una parte fundamental”, señala el director, “que por ejemplo ha hecho antes el mismo trabajo en De los nombres de las cabras (Silvia Navarro Martín y Miguel G. Morales, 2019), que para mí es la pieza más importante que ha tenido Canarias en lo que se refiere a las cuestiones de identidad y lo colonial”.
Por su parte, Montezuma profundiza en Bancal «desde el sentir: así ha sido todo el proceso de filmación, con imágenes que dialogan entre ellas como cada piedra conforma el muro del bancal”. Con una luz que viene “del Este, porque todo comienza desde el Este hacia Occidente”, ahonda el cineasta, que, con todo, prefiere que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones según su sensibilidad para con las imágenes. Insiste, eso sí, en que el corto está hecho “con la misma forma de trabajar, artesanal, del Maestro Santiago, que es la que tenemos nosotros también en la realización”.
Martes de Carnaval, de Rosa P. Almeida
“Una cita de juventud de dos enamoradas, veinte años después. No pueden acudir a la cita porque el presente se impone. Pero el recuerdo de lo imaginado persiste”. Esta es la breve sinopsis de Martes de Carnaval (Ash Wednesday’s Eve), el corto en el que los recuerdos arden, literalmente ante el espectador. Lo hacen en una barbacoa cuya imagen cede en realidad ante el peso de las conversaciones inconexas en el teléfono.
Rosa P. Almeida es la realizadora total de este corto que monta, sonoriza, fotografía, guioniza y, por supuesto, dirige. El tercero en tres años, después de Inaudible (2021) y Mantenga la derecha (2020). Con filmografía desde 2007 (año del documental Galápagos en Canchalagüeras), Almeida es hoy docente en la Escuela de Arte y Superior de Diseño Gran Canaria, y una activa artista multimedia. En 2002 creó con Teresa Ruano y otras profesionales de la comunicación Silencio (mujeres rodando), “una etapa muy bonita, que duró diez o doce años”. Y en la actualidad trabaja con RAV Anarcos-Rosa Palmeida, “con proyectos performáticos”. También es la responsable de la performance de La señora del carrito, “en un proyecto en el que abordo la turistificación de los barrios». Además, apunta la realizadora, “con el sonido llevo bastantes años trabajando y experimentando”.
Martes de Carnaval es su último corto, “parte de una trilogía que empezó hace diez años. Aunque es la primera vez que envío algo al festival”. La pieza es un eslabón en la tarea que se ha impuesto Almeida a la hora de “explorar las relaciones que puedo tener con la memoria, con los cambios continuos en el ser humano y con la muerte. Tanto desde el punto de visto personal como social. Hay muchas cosas mezcladas ahí. La filosofía, el cine de Chris Marker…”.
La cineasta, mejor definida como artista audiovisual, cuenta que “al cumplir cuarenta quemé todos los cuadernos de ideas, guiones, reflexiones, proyectos, poemas”. Como una relación casi perversa entre el artista y su obra, decidió grabarlo en vídeo y audio. “Hice fotos. Fue un poco medio aquelarre. Y no fui capaz de editar todo eso en su momento”.
Más adelante sí que encontraría la disposición adecuada para construir esta pieza íntima, “una representación de lo que fui. Yo cuando me miro en esa peli, yo ya sé que esa no soy yo. Es más bien una exploración que un documental autobiográfico”.
Más importante resulta “el hecho de que yo quemara todo eso se mezcle con una cita de dos enamoradas que se emplazaron en el pasado para cuando cumplieran cuarenta. Y evidentemente el presente se impone, y no nos podemos ver. Pero eso no es lo importante: porque la idea principal es que me había imaginado tantas veces ese encuentro que al final me da igual lo que haya pasado. Lo que yo imaginé es tan intenso como si hubiera ocurrido. Me parece super interesante explorar que lo que imaginamos forma parte de nuestra experiencia”.
El corto, en resumen, expone dos hechos documentales: la grabación de la quema de documentos, y la grabación de audio de la conversación, mantenida un Martes de Carnaval. ¿La trilogía? Comenzó a concebirse en torno a 2012. “Hay un corto documental que no está terminado, que estuvo en el Hall de L’Alternativa, Prohibido escuchar, y tiene que ver con la memoria histórica. Hay otra pata, que tiene que ver con la infancia. Esa es la pieza que está más verde. Y posiblemente es la que sea más política, conjugando la política y la muerte. En Martes de Carnaval entramos en la madurez”. En su conjunto, la realizadora explora sus relaciones con la memoria, el cambio continuo y la muerte, tanto desde un punto de vista íntimo como desde una perspectiva social y política.
Almeida aclara que en la post.-producción del corto que ahora se exhibe estaba Dani Mendoza. “Quería que el sonido del fuego se pareciera a la lluvia. Hizo un trabajo excelente”, subraya. En el resultado final, la directora explora también otros caminos, como la relación emocional con los objetos-obra, el paso del tiempo y la reinvención del yo, la intensidad de la existencia, el amor en sus diversas expresiones… “El amor que se transforma y los nuevos que llegan danzan traviesos en esta coreografía en la que me he dejado llevar hasta tener la certeza del final cut”, sentencia.
Almeida confiesa que es habitual del festival al que ahora llega como autora: “Siempre llevo a mi alumnado y me encanta la programación. Es una oferta diferenciada y creo que la programación es muy cuidada y muy de vanguardia”. Y en este caso, además, sus estudiantes tendrán un aliciente extra: nada menos que el trabajo de la profe.
Waimai (Takeaway), de Víctor Giner
La pieza más exótica de esta primera ración de cortos de Canarias Cinema es, sin duda, el Waimai (Takeaway) del valenciano Víctor Giner, en la que el canario Juan S. Betancor ejerce de productor, responsable de la fotografía y montador. “Ha sido muy generoso permitiéndome firmar el corto en solitario, él es también co-autor”, añade Giner, que agradece la implicación de su socio en esta particular empresa: un rodaje que se desarrolló en septiembre de 2019, en Beijing, apenas unas semanas antes de que explotara la pandemia en China.
Todo, para contar la historia de Xiao (interpretado por He Dong Chao), que trabaja 15 horas al día, siete días a la semana, como repartidor de comida en la descomunal ciudad. Es un relato documental en torno a un hombre que vive tan enganchado a su moto como a su móvil para cumplir con su tarea. En un enfoque subjetivo (gracias también a una GoPro), Giner destripa las entrañas de los canales de distribución de comida para llevar en la gran urbe china. Así como sus arterias del tráfico y el ritmo al que allí se vive.
Víctor Giner ya firmó en 2018 The Vanished Dream, un documental en el que también trabajó con Betancor para retratar el sueño utópico que se vivió en Guinea Bissau en los años setenta, tras su independencia. Una película que obtuvo el Premio Richard Leacock en el Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Y que ganó el premio al mejor documental en el Festival de Cine Africano de Dallas (TAFF).
Giner es Licenciado en Derecho y ha cursado estudios de Desarrollo Internacional en la Universidad de Louvain-la-Neuve (Bélgica). Ha vivido y trabajado en Marruecos, Guinea Bissau, China y, en la actualidad, en Azerbaiyán, gestionando proyectos de cooperación. Al mismo tiempo, ha aprovechado su experiencia vital para convertirse en realizador de sus propias piezas, además de ejercer de guionista y hasta crítico de cine. Una pasión que alimenta desde su etapa universitaria.
El director levantino explica que “cuando llegué a Beijing en 2013 ya se veía todo lo que se compraba online. El delivery es casi desde los 50 céntimos. No hay apenas tiendas en la ciudad, no hay muchos bajos comerciales y ves un montón de cajas por todas partes. Eso me llamó mucho la atención. Estuve investigando el tema y al final lo rodamos”.
Giner añade que “otro asunto que me interesaba era el de los trabajadores inmigrantes. En China, si viajas de una provincia a otra pierdes todos los derechos sociales: educación, salud, etc… Hay 300 millones de personas en todo el país en esa situación. En Shenzhen, por ejemplo, es más del 50 por ciento de la población. Y es una ciudad con un nivel de vida alto”.
Para escoger al protagonista de un rodaje que sería corto pero muy intenso, el realizador procedió con el casting, no sin aprovechar antes sus estudios del idioma para entablar pequeñas entrevistas con diferentes repartidores. “Al final pudimos encontrar al protagonista y grabar lo que sería algo así como un día de su vida”.
El resultado es bien susceptible de sorprender al espectador occidental, que puede descubrir de repente “una ciudad con muchas capas, con una vida de barrio súper auténtica. Todavía tiene estos contrastes, aunque también está hecha y pensada para el coche”.
En lo visual, el director plasma en su corto cómo “siempre me ha fascinado el tema de las luces de neón, que es algo que está en el cine de Hong Kong, por ejemplo. Sí que intentamos captar eso. Es sobre todo una ciudad que tiene un dinamismo brutal. Me iba de vacaciones tres semanas y en ese tiempo que no estabas crecía un edificio”, comenta Giner.
En todo caso, lo que no se planteó el autor era hacer cine-denuncia retratando la vida de este repartidor: “Siempre lo entendimos como un documental”, remarca. “Hablamos de alguien que tiene una vida muy dura para nuestros estándares, pero de hecho para ellos no lo es tanto. Nos parece muy relevante para mostrarlo en Europa, porque si no tenemos cuidado vamos un poco hacia eso. Hacia el modelo chino: trabajar doce o quince horas al día”.
Giner advierte desde ya su intención de “volver a hacer algo con Juan en Azerbayán, seguro”. Quizás para volver a pisar un festival, el de Las Palmas de Gran Canaria, al que sigue desde The Vanished Dream. «Me gusta mucho la línea de cine que tiene. Se trabaja muy bien a la hora de fomentar la industria canaria. Y trayendo cosas de fuera, con un programa muy interesante”, concluye.
El Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, organizado por el área de Cultura del Ayuntamiento de la capital grancanaria, a través de Promoción de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, cuenta con ayudas públicas del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) y del programa para la internacionalización de la cultura española, PICE Visitantes, de Acción Cultural Española (AC/E).
Entre los aliados destacados del certamen se encuentran Cinesa El Muelle, Centro Comercial El Muelle, Hotel Cristina by Tigotan, Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología o Casa África, espacios que también funcionan como sedes o acogen actividades de la cita cinematográfica; además de otras instituciones y entidades como Sagulpa, Audiovisuales Canarias, Music Library & SFX o el International Bach Festival. Asimismo, su mercado, MECAS, es posible gracias al patrocinio de la Gran Canaria Film Commission-Sociedad de Promoción Económica de Gran Canaria y al apoyo de Canary Islands Film y Proexca.
La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la Universidad del Atlántico Medio, el Clúster Audiovisual de Canarias, la Asociación de Cineastas de Canarias Microclima, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) y Repeople son entidades colaboradoras.
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