David Baute proyecta en Canarias Cinema “Éxodo climático”, un documental a la vez íntimo y global, que retrata de cerca el drama de las migraciones por el cambio del clima

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 “El problema es gordo, muy gordo, y va a cambiar la realidad mundial: estas personas sufren un drama que les hemos generado nosotros”, apunta el director

 Baute empleó años en rodar a tres mujeres en otras tantas comunidades afectadas por el calentamiento global, en India, África y el Caribe, en un ejercicio observacional que adquiere el ritmo mismo en el que viven las personas afectadas

 El Festival ha sido clave a la hora de construir el cine que se hace en Canarias”, apunta el realizador

Las Palmas de Gran Canaria, viernes 9 de abril de 2021. Un terrorífico efecto mariposa que aún nos negamos a tener bien presente: el monóxido de carbono que se genera en unos lugares del mundo acaba teniendo un efecto devastador en otros. Ese es el trasunto constante en Éxodo climático (2020, David Baute), el segundo largometraje que se proyecta en el apartado Canarias Cinema del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Un retrato extenso de esas migraciones forzadas por el Cambio Climático en tres lugares escogidos del planeta: personas que, sin ese sentido del drama afectado tan occidental, recogen sus bártulos y se trasladan al tiempo que su acervo se evapora. Una película íntima y global a la vez, que propone al espectador una experiencia inmersiva, al mismo ritmo al que viven sus protagonistas.

“El proyecto, que llevábamos mucho tiempo tras ello, nos ha llevado siete u ocho años”, desvela Baute, un director que siente el documental como un proceso que lleva su propio ritmo. Esto es, acercarse de forma respetuosa a las personas que filma, permitir que se adapten a su presencia y desarrollar luego el trabajo más fiel posible a la realidad que pretende retratar. Y, sí, quería “contar lo que sucedía con el cambio climático: pero con las personas, más que con las cifras”.

Los emplazamientos escogidos para ello fueron la isla de San Martín (en el Caribe), Ghoramara (India) y Turkana (una comunidad nómada entre Kenia y Uganda, que no reconoce fronteras). Vanesa, Soma y Lobuin fueron las mujeres en las que se centró la película: ellas y sus entornos, azotados por inundaciones o una pertinaz sequía.

“En África reflejamos el problema de la desertificación”, recuerda el director. “Fuimos a una comunidad nómada, que sufre la carencia de agua y en la que hay peleas internas por conseguir los pozos que quedan». Allí era la primera vez en la que veían a un hombre blanco y una cámara. Que la comunidad se adaptara al equipo ya fue un reto en sí mismo”. Como el hecho de escoger esas localizaciones. En Turkana se añaden los problemas de los permisos especiales que hay que conseguir. “Hay una parte que no se ve en la pantalla, que es la investigación y la selección de lugares”, explica Baute. «Y el abanico era muy abierto, porque teníamos que escoger entre todo el mundo los lugares adecuados. Luego empezamos con un proceso de especie de casting, buscar a las personas que se prestaran a ello. Porque nosotros grabamos no sólo cuando se van, sino antes de irse”.

De hecho, la empresa requirió varios viajes, permanecer atentos a las noticias en esos lugares del mundo. Y “el precio que hay que pagar en estos trabajos, y lo hacemos encantados, que es el de mantener el contacto con esas personas, cosa que aún hacemos hoy”, comenta el realizador.

El resultado ha sido el de un largometraje con un amplio recorrido en el circuito, premiado con la Espiga Verde de la Seminci, y que ahora se proyecta en el Festival de la capital grancanaria. David Baute admite que la intencionalidad es la de “un documental observacional, con la cámara un poco alejada, para dejar un poco de aire a los protagonistas”. Ese es su método: “El tiempo acaba curando esa sensación de estar siendo filmado. Al final te ven como alguien que tiene una herramienta en la mano, como ellos tienen otras. Suelo trabajar así, lleva más tiempo pero no fuerzas a nadie a hacer cosas. Sólo se consigue con tiempo, incluso entablando primero una relación sin cámara con las personas. Esperamos a que sucedan las cosas”.

El ejercicio en sí propicia a veces un choque cultural, que “de entrada, es para uno mismo. Porque tienes que vivir como la gente a la que vas a rodar. Y en África hubo días que lo pasamos mal, con escasez de agua, por ejemplo. Y eso te acerca a su realidad”. Baute añade que estas son «culturas muy interesantes, muy ricas, y ese es otro drama. Porque se pierde su cultura. En Ghoramara, en donde apenas quedaban unos 30.000 habitantes, cuando se van a Calcuta forzados por las circunstancias ese acervo se pierde”.

El ritmo del documental se aleja de la oferta convencional y vigente en las grandes plataformas hoy. “Lo que buscábamos con esos planos largos”, explica el director, “era trasladar al espectador al lugar. Hoy estamos acostumbrados a otra velocidad, pero si consigues conectar con lo que mostramos, te acercas a los tiempos de sus personajes. Era clave esa propuesta”.

Luego está esa suerte de peaje agradable que deja el trabajo. “Ese mismo proceso de muchos años te lleva a tener una relación casi familiar, que continúa, porque sigo hablando con ellos”, manifiesta Baute. “Son personajes que se quedan contigo para toda la vida. Ese problema sigue contigo. Me ocurre con personas con las que hice documentales hace veinte años. Eso sucede cuando consigues la verdad en el cine, cuando logras una conexión con las personas. Cuando eso no ha sucedido he dejado a llegar esos trabajos. Y creo que al final algo se percibe de esa relación que se va manteniendo entre nosotros”. Porque, en realidad, “nuestra búsqueda es hacer magia con lo cotidiano”.

Es inevitable detectar un mensaje de denuncia en el documental. El director expresa que sí, que “desde siempre he estado ligado a temas sociales y colectivos ecologistas. ¿Puede ser una denuncia? Bueno, sí, puede serlo, pero lo que tratamos es que el trabajo tenga un valor cinematográfico”. Eso sí, “en este caso hay un tema muy grave como la migración climática, que en quince o veinte años va a cambiar la realidad mundial. El problema es muy, muy gordo. Estas personas viven un problema que les hemos generado nosotros. Al llegar a casa reflexionas sobre todo eso, claro que sí”.

David Baute prolonga con Éxodo climático su presencia en el Festival de la capital grancanaria, que a sus ojos “es fundamental en la historia de construir el cine, directores o productoras que se han creado en Canarias. En las Islas no han existido antes escuelas de cine como tales. Aquí hemos aprendido con los festivales que ha habido. Y aquí me han dado una oportunidad muy importante, porque es un certamen también muy relevante a nivel internacional. Que siga apoyando a los realizadores canarios para nosotros es fantástico”.

Éxodo climático se proyecta a las 12:00 horas de este sábado 10 de abril, en la Sala Cinesa 9 del Centro Comercial El Muelle y el domingo 11, a las 19:15 horas. El acto está sujeto a las correspondientes medidas de seguridad para combatir la propagación de la COVID-19, siendo obligatorio el uso de mascarillas y el respeto de la distancia social en las proyecciones.

 

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