Todo festival es un medio para un fin. Ese medio que es el festival, produce el acontecimiento de reunir a una comunidad de espectadores ante una película. El fin al que se apunta, es ese acontecimiento único. Las películas pueden proyectarse una y mil veces, pero el acontecimiento es único.

La 17ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria ofrecerá, entre los días 31 de marzo y 9 de abril del presente año 2017, un programa formado con un centenar de películas: casi doscientas sesiones dispuestas para que las películas hablen y discutan entre ellas, con el espectador como intérprete y mediador.

Todo festival tiene un coste, pero es de suponer que lo ofrecido no tiene precio. Es decir, no tiene un equivalente que lo pueda sustituir. Decir que no tiene precio, no significa que se le pueda asignar un precio infinito o, por el contrario, ninguno, es decir, cero. Significa que aquello que un festival ofrece no puede medirse como la suma de los medios invertidos, que desde luego sí tienen precio, y no precisamente bajo.

Lo que se ofrece no es, en definitiva, un “producto”, algo equivalente a la suma de los medios que se han puesto para lograrlo, ni a los usos que se le dan ni al beneficio que se obtiene. Lo que se ofrece no está ahí para ser usado, sino experimentado; como todo lo que merece la categoría de acontecimiento, en el sentido más serio y radical de la palabra.

Si se prefiere, a esa experiencia también se la puede llamar ‘Arte’.