➢ Shira Ukrainitz y Omar Al Abdul Razzak presentan La prima cosa: una pieza de animación documental que ahonda en la historia de los niños sirios asistidos en la Sanidad israelí
➢ Octavio Guerra y Rafael Navarro firman un juego de tiempo y espacios protagonistas en Soh-Yun
➢ Jesús F. Cruz debuta en el festival con Una flor en el vacío, en el que entrelaza el testimonio del ayer con lo fantástico y un humor socarrón
➢ Tatergatet 21 es el corto que dirige Pablo Sánchez Díaz-Llanos: una mirada a los legados inspirados en aquellos horrores que atemorizan al canario
➢ Nayra Sanz Fuentes da continuidad a sus distopías alcanzadas con Pez volador, una perspectiva subjetiva sobre la contaminación de los plásticos en el mar
Las Palmas de Gran Canaria, jueves 21 de abril de 2022. Consecuencias que debemos afrontar por el peso del pasado: ya sea por nuestras propias acciones, por emociones que se manifiestan por el simple procesado del paso del tiempo o por cuestiones más o menos esotéricas. Estas son algunas de las claves para seguir la segunda sesión de cortometrajes de Canarias Cinema, que el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria proyecta a partir de este 23 de abril en Cinesa El Muelle. Animación, ejercicios creativos de montaje y planteamientos conceptuales de autores diversos muestran de nuevo la variedad de talentos en la escena cinematográfica isleña.
La prima cosa, de Shira Ukrainitz y Omar Al Abdul Razzak
La segunda sesión de cortos de Canarias Cinema incluye la proyección de un cuidado corto de animación documental, La prima cosa, que firman Omar Al Abdul Razzak y Shira Ukrainitz. Un film que resume con personalidad y carácter la historia del payaso Kookoo Rikoo: un recepcionista de hotel “cristiano ortodoxo, árabe e israelí”, que dedica gran parte de su vida a ejercer de clown de hospital para animar a los niños enfermos. O bien heridos y mutilados en la guerra. Infantes que procedían de Siria y eran atendidos por la Sanidad israelí.
El testimonio se refleja de forma rigurosa después de que los propios realizadores, residentes en Tenerife, se documentaran en Israel, el país natal de Shira (Omar es sirio). De hecho, el corto se cierra con un plano real del payaso, protagonista de una historia conmovedora en la que las únicas licencias oníricas que se permiten los creadores son las dedicadas a recrear las emociones o los deseos del protagonista de un modo más abstracto.
“La nariz roja lo cambia todo: es “La prima cosa”. Lo que le hace payaso. Así lo explica la personalidad en la que se centra la narración, quien también la inicia autodefiniéndose por su religión, su nacionalidad y su pueblo, “porque al final es lo que tengo que explicar cada vez que alguien me pregunta quién soy”. Esa frase suya, de hecho, “fue la inspiración de crear ese corto. Cuando empezó a decir quién es me pareció muy interesante”, explica Ukrainitz.
El relato es también el de una niña siria tratada en Israel, que pierde una pierna. A los 18 años escapa a Jordán, a un campo de refugiados. El payaso, que es director del coro de la iglesia, va a llevarle su medicación, implicado hasta el límite y más allá con su misión de apoyo.
“Estábamos buscando la historia de los refugiados, y resultó que allí no se hablaba del tema. Fue difícil conseguir información sobre estos niños que llegaban a Israel, y todo lo que logramos tener fue un payaso. Por eso empezamos a hacer la película con él”, recuerda Shira. La directora resume cómo “fuimos a buscar a los niños y encontramos a Kookoo Rikoo».
La realización del corto no fue un proceso sencillo porque, explica la propia cineasta, “la animación tarda mucho tiempo en producirse, ya de por sí. Y antes fue como una investigación de un documental normal. Sólo que cuando volvimos a casa lo que teníamos sobre todo eran esas conversaciones con el payaso”. Así, “cuando pensamos qué hacer con eso surgió lo de desarrollar el proceso de animación. En eso se tarda años, hay que encontrar un estilo, materializarlo”.
La directora recalca que “cuando digo que se tarda mucho tiempo hablo de esa definición de la animación. Encontrar ese equilibrio entre el conflicto bélico y el payaso, entre el mundo infantil y la guerra. Ha sido difícil evocar la guerra sin ver realmente esta violencia. Ese era el reto para mí. Crear ese mundo y poder contarlo de forma específica”.
El corto comenzó a alumbrarse “bastante antes de la pandemia”. En concreto, desde 2017. “La financiación también hizo que fuera un proceso muy largo. La realidad”, añade Shira, “es que ha pasado tiempo, pero nada cambia. Estamos como en un bucle. Eso sí, ya no entran niños desde Siria a Israel”.
Ukrainitz representará su producción en el certamen de Las Palmas de Gran Canaria. “Me encanta el festival, tuvimos muy buena experiencia el año pasado”, apunta, cuando presentaron Los espacios confinados (2019).
Soh-Yun, de Octavio Guerra y Rafael Navarro
El origen de Soh-Yun está ineludiblemente vinculado al Festivalito de La Palma, germen de numerosos proyectos que alcanzan luego un rango mayor del que podría esperarse en una cita en donde se realizan cortos a todo tren y con la mayor celeridad posible. También, eventualmente, se producen asociaciones creativas que devienen en iniciativas de largo recorrido. Algo así ocurrió con Rafael Navarro, un veterano cortometrajista cuyas piezas habitualmente han encontrado un hueco en Canarias Cinema, y Octavio Guerra, todo un clásico de este apartado que también ha presentado sus obras en festivales como BAFICI, Gijón, Goteborg, Raindance, Guangzhou o la SEMINCI. Y que firmó en 2018 el remarcable largometraje En busca del Óscar.
Guerra rememora que con Rafa Navarro «ya había tenido algunos encuentros antes. Había rodado el corto El principiante que estaba basado en un largo que intentó rodar Rafa en La Palma. Luego tuvimos en común un encuentro, a raíz de un corto suyo, La Cantante, que me gustó mucho. Y adapté esa escena en mi largo En busca del Óscar. En el último Festivalito”, concluye, “ya sabía que quería rodar con él algo. Para juntar energías. Y como él quería hacer un corto por su cuenta, pues nos comprometimos a trabajar juntos”.
En Soh-Yun “la idea era de hacer una especia de haiku, un poema visual oriental: contar con muy poquitas cosas una historia en la que se pudiera jugar con los tiempos. La propuesta era que el espectador pudiera buscar la propia historia, no dársela totalmente masticada”, añade Guerra. Así, para que el público pueda hilar los tiempos, por un lado, se presenta a Rafa, el protagonista, y por otro, al personaje que encarna Virginia Park, en el mismo espacio, pero en un momento diferente. “Se deja entrever una relación entre ambos que no se sabe muy bien cuándo sucede”.
“La historia”, apunta Guerra, “fue saliendo un poco a medida que la fuimos escribiendo. Utilizamos una arquitectura contemporánea, en una casa que diseñó mi hermano, que es arquitecto [profesión también del propio Rafael Navarro], con unos pocos elementos tecnológicos. Queríamos trabajar con muy pocas cosas, pero intentando jugar con las contradicciones”.
Octavio Guerra precisa que “teníamos claro que un personaje estuviera siempre en el interior, otro que predominara en la noche, uno de negro, otro de blanco… Todo eso estaba escrito. Luego nos dimos cuenta las posibilidades que nos daba la localización”.
La asociación entre ambos realizadores parece haber reafirmado ese feeling mutuo. “Ahora estamos preparando un largo. Palabras mayores: lo vamos hacer con El Viaje Films y con Jose Alayón. No es sencillo y hay que trabajar mucho. La verdad es que estoy bastante contento”, confiesa Rafael Navarro, que a priori también tendrá un rol de actor en ese futuro trabajo. Aunque “sin Octavio, desde luego, no lo haría: no dirigiría y saldría en un cámara en un largo”.
Navarro detalla su relación con Guerra con un rotundo “¡no nos costó entendernos!”. Y se extiende: “Supimos conjugar los dos estilos, yo quizás soy más formalista, y le doy más importancia al escenario, cuando él se centra mucho en el hecho en sí. No hubo ni un “ni sí ni no”. Y no es fácil eso. Fue estupendo”.
En Soh-Yun, apunta, “se mantiene un poco ese conflicto que he tratado en mi trabajo anterior, en torno a la relación en una pareja. Los planos tienen una atemporalidad: el espectador es el que tiene que armar la historia. Aunque creo que todo el mundo llega a la misma conclusión, una vez que se ordena todo”.
Eso sí, aporta una reflexión un poco más compleja “esta película habría sido imposible cuando empezó el cine”, sentencia Navarro, “pero ahora sí hay capacidad para crear una historia partir de esta sucesión de imágenes. Soh-Yun no es algo que sea muy críptico, para nada».
Además de su colaboración con Rafael Navarro, Octavio Guerra trabaja en estas fechas con la continuación de su Apache un documental sobre la reinserción fallida de una persona sintecho que rechazó la asistencia social. “Lo llevo preparando mucho tiempo, y estoy muy metido en eso”. Lo cual no impide que deje de entregarse al festival de la capital grancanaria, en el que presenta trabajos desde 2013”.
“Siempre ha sido un lugar de encuentro, y por mi parte, con mis raíces, que yo soy de Las Palmas”, subraya Guerra. “Es también un espacio para encontrarse con muchos compañeros cineastas, a los que admiro. Es un festival que siempre señalamos en el calendario, y cualquier cosa que producimos en el año es estar ahí. La idea también es ir dando paso a las nuevas generaciones en el certamen. Con el tiempo nosotros iremos haciendo otras cosas, pero está muy bien ir compartiendo trabajo y espacios con gente más joven”.
Una flor en el vacío, de Jesús F. Cruz
Una flor en el vacío es el debut en el certamen de Jesús F. Cruz. Talento nuevo para Canarias Cinema, que firma una pieza que irrumpe a los ojos del espectador como un aparente rompecabezas con vocación de profundidad, y que al poco deviene en un cine gamberro que, al mismo tiempo, expone sentimientos más crudos.
Cruz comenzó a rodar un corto sin mayor pretensión que dar salida a una historia que escribió “en un momento bajo”, en el que se concede una aparición clave al papel higiénico «de Mercadona” y el TikTok. El asunto adquirió otro calado cuando “encontré esa película VHS en casa de mi abuela. La verdad es que no quedé muy contento con el resultado de mi primer intento, y tener material rodado en la misma casa, con otra historia, era tentador. En montaje lo salvamos, también haciendo un trabajo para homogeneizar visualmente ambas partes”.
“No teníamos en cuenta que íbamos a meter un archivo posterior, hubo que hacer triquiñuelas para que quedara decente. También hay escenas grabadas con la misma cámara VHS de la cinta que tomamos”, un testimonio de una joven estudiante en Inglaterra que no deja de ser emocionante. Con todo, Cruz confiesa que “soy consciente de lo que hago, admito que es un poco hacer el gamberro. Y me mola siempre el humor, meterlo todo lo que pueda”.
“A mí lo que me gusta realmente es encontrar ese punto medio entre no saber qué estás viendo y lo que es explicito total. Y con lo que yo hago me gusta que el espectador vaya encontrando su propia interpretación”, desvela el director.
La puesta en marcha de la realización responde al más puro espíritu indie: “Este es un trabajo de verano, que pude rodar según terminé el guion. El montaje lo acabé días antes casi de que se acabara el plazo para entrar en el festival, a ver si colaba”, admite con poco rubor Cruz. “Y coló. Y nos quedamos todos locos, no lo esperaba para nada”.
El joven realizador canario ha pasado los últimos años estudiando en Madrid: el certamen de Las Palmas de Gran Canaria lo seguía como podía por Filmin. “Podré conocerlo ahora pero ya veo que es bastante abierto a nuevas ideas”, añade, no sin observar que “para mí es una oportunidad increíble, la gente como yo necesitamos este tipo de plataformas”. El director también comenta que “se está notando algo en el cine canario, se mueve”.
De vuelta a su incipiente obra, Cruz apuna que “estudié cine documental, y al final siempre me quedan trazas de eso en lo que hago. Mi aspiración, de momento, es poder rodar dos guiones que tenemos ahí”.
Tatergaget 21, de Pablo Sánchez Díaz-Llanos
“Imágenes del horror que esconde una tierra abrupta asaltan al canario desde que nace. Con el tiempo el horror natural se convierte en pictórico al resguardarse de las antiguas deidades en nuevos templos. Sin embargo, aquello de lo que protegen es lo que verdaderamente define a su tierra”. La sinopsis de Tatergaget 21 anticipa al espectador una obra de autor, pero también de la tierra y del compromiso con la condición de canario.
Esos son los ejes de Sánchez en un trabajo con el que debuta en el certamen de Las Palmas de Gran Canaria, después de resultar el último ganador del certamen Tenerife Noir Express con el corto Ma.
Tatergaget 21 irrumpe en la pantalla como la lava de un volcán, literalmente. Y recoge piezas fragmentos clave en el devenir del arte y los artistas en el Archipiélago. Como las motivaciones que alimentaban la inspiración de Manolo Millares. O los paisajes lanzaroteños que evocan a Manrique.
El director juega con la cámara, el blanco y negro y las figuras del hombre de la tierra y el artista. Firma una pieza telúrica y conceptual que, sin embargo, transmite una identidad isleña. Sánchez Díaz-Llanos es director, guionista, montador y hasta responsable del sonido en un corto de autor, en el sentido más intenso de la expresión.
Pez volador, de Nayra Sanz Fuentes
Pez volador cierra la serie Distopías alcanzadas desarrollada por Nayra Sanz Fuentes en el último tramo de su carrera como cineasta. Sanz recorre escenarios contemporáneos revisados con la cámara para construir ante el espectador una verdadera inquietud acerca de lo que nos hemos convertido. “Creo que el problema reside en lo difícil que nos está resultando modificar nuestra forma de vivir, el sistema de vida que hemos creado. No sólo porque no queramos asumir todas las consecuencias que esto implica, sino también porque las alternativas reales, o todavía no existen, o, si se proponen, implican alterar de forma radical nuestras maneras de relacionarnos y comunicarnos, y esto es algo difícil de asumir”, apunta la directora.
Su último corto aborda la contaminación de los plásticos en los océanos, desde una mirada submarina que traslada la inquietud al espectador. “Llevamos años, sobre todo en la última década, escuchando las terribles consecuencias que este modelo tiene para nuestro ecosistema, y que si la situación no se revierte de forma urgente van a darse situaciones catastróficas. Sin embargo, vivimos en una especie de estado catatónico, ya que las alternativas son muy confusas o incluso contradictorias. Por eso, para mí es fundamental seguir recalcando y subrayando esta realidad, y hacerlo con fórmulas diferentes”, añade la realizadora.
En Pez Volador ha optado por usar “un lenguaje alegórico y muy sensorial, con el propósito de dialogar con el espectador más desde los sentidos que desde la razón; tratar de plasmar el terrible impacto que estamos ejerciendo sobre la naturaleza de una manera desajustada y desmedida. Hay que decirlo tantas veces como sea necesario, hasta que genere una agitación que nos lleve a la acción real”.
El rodaje del corto tuvo dos fases. “Por suerte, una antes de la pandemia, ya que si no toda la primera parte del cortometraje, en la que aparecen grupos de gente, no se podría haber rodado prácticamente hasta ahora debido a las restricciones”, desvela Sanz. La segunda parte se grabó cuando se levantaron estas, “pero fue mucho más sencillo, en un espacio cerrado y controlado”.
Pez Volador tuvo su estreno nacional en la última edición del Festival de Málaga, y tras su paso por el Festival de Las Palmas de Gran Canaria va a participar en DocumentaMadrid. Es sólo el inicio de un tránsito por otras citas que reafirman la determinación de Nayra Sanz como realizadora: “Lo que me interesa como creadora es trabajar de la mano entre el fondo (lo que quiero contar) y la forma (el modo que elijo para hacerlo). Para mí es muy importante que el espectador pueda dialogar con el material, con la imagen y el sonido, no sólo recibir una información a través de la palabra”. Para Sanz, “el cine es un lenguaje muy complejo con el que se pueden hacer multitud de propuestas, así que considero que más que innovar lo que trato es de encontrar mi propia forma de exponer y transmitir; tratar de encontrar una narrativa que sea lo más coherente posible con mis principios”.
Después de cerrar con Pez Volador la serie Distopías alcanzadas la realizadora, licenciada en Filología Hispánica, especializada en literatura contemporánea y Diploma de Estudios Avanzados por la Universidad Humboldt de Berlín, ha llegado al punto de plantearse un nuevo proyecto de largometraje. ¿Ficción o documental? “Quiero meditarlo con calma antes de comenzar”. De momento, Sanz, que fue directora de producción y montadora del largometraje documental Edificio España (2014), y coproductora y coguionista de La ciudad oculta (2018), ambos, films de Víctor Moreno, ha terminado de trabajar como coproductora y coguionista en el cortometraje Requiem Georg, de Raúl Riebenbauer. Una pieza que ganó el premio de distribución de la Comunidad Valenciana y que se estrenará próximamente.
Sanz reivindica un mayor protagonismo del cine en la educación, porque en caso contrario “las propuestas artísticas independientes corren un serio peligro. Siento”, añade, “que existe un serio problema en las sociedades actuales si el cine, extendido al audiovisual, no se entiende como un lenguaje propio que está marcando nuestra forma de relacionarnos: al fin y al cabo estamos en la era de la imagen”. Sin embargo, “esta circunstancia no se ha integrado en los currículos escolares, lo que implica el gravísimo riesgo de que el alumnado no sepa diferenciar con criterio entre un reportaje, un documental, el cine de autor, o una no ficción, por ejemplo. Para que esto cambie tiene que existir una fuerte convicción y voluntad política, sumado a la demanda de los padres, que deben ser un eslabón para las nuevas generaciones, que han nacido en un momento en el que la tecnología es una realidad prioritaria”.
“Personalmente”, Sanz está “tan comprometida con esta realidad que es la razón por la que me interesa ser docente y mediadora, más allá de creadora. Por eso, entre otras cosas, llevo casi siete años en la Muestra de Cine de Lanzarote, desarrollando un programa dedicado de forma exclusiva a que la juventud se acerque a ver y pensar otro tipo de cine que no sea únicamente el comercial”.
De cualquier modo, el Festival de Las Palmas de Gran Canaria lo sigue percibiendo como “un referente clave desde que comencé a trabajar en cine. He tenido la oportunidad de proyectar todos mis trabajos e incluso ganar tres premios diferentes como directora, con Encounter, Things in Common y Sub Terrae, lo que ha sido muy emocionante. Además”, conviene la cineasta, «me ha abierto a un tipo de cine realmente interesante que me ha permitido aprender, tiene una línea editorial vanguardista y coherente. Aunque lo que más destacaría es la oportunidad que me ha dado para conocer a parte de mi generación, con la que he podido compartir y crecer en el ámbito personal y profesional: eso ha sido un verdadero regalo”.
El Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, organizado por el área de Cultura del Ayuntamiento de la capital grancanaria, a través de Promoción de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, cuenta con ayudas públicas del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) y del programa para la internacionalización de la cultura española, PICE Visitantes, de Acción Cultural Española (AC/E).
Entre los aliados destacados del certamen se encuentran Cinesa El Muelle, Centro Comercial El Muelle, Hotel Cristina by Tigotan, Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología o Casa África, espacios que también funcionan como sedes o acogen actividades de la cita cinematográfica; además de otras instituciones y entidades como Sagulpa, Audiovisuales Canarias, Music Library & SFX o el International Bach Festival. Asimismo, su mercado, MECAS, es posible gracias al patrocinio de la Gran Canaria Film Commission-Sociedad de Promoción Económica de Gran Canaria y al apoyo de Canary Islands Film y Proexca.
La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la Universidad del Atlántico Medio, el Clúster Audiovisual de Canarias, la Asociación de Cineastas de Canarias Microclima, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) y Repeople son entidades colaboradoras.
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