No es nada fácil encontrar en el cine contemporáneo un imaginario tan singular como el que propone Lucile Hadzihalilovic. Maestra en crear nuevos mundos y atmósferas misteriosas que se mueven entre lo fantástico y lo psicológico, el terror gótico o el realismo mágico, el cine de esta autora atrapa y envuelve de tal modo que, cuando entramos en una de sus películas, es muy difícil salir. Sus fábulas nos desvelan a una cineasta con una mirada única, pues su sugerente trabajo se basa en el diseño de las formas de una manera integral y extraordinaria. Así, los sonidos hipnóticos y los silencios son siempre protagonistas de sus bellas secuencias, y este diseño sonoro va de la mano de una iluminación siniestra y pictórica. Absolutamente todos los detalles están puestos en el lugar donde deben ir. La decoración y la puesta en escena de cada plano crean ambientes misteriosos y espeluznantes, reflejando las emociones de los personajes. Con diálogos escasos y ritmos pausados, el poder de los relatos no está en la narración, sino en su planteamiento puramente sensorial.
Hay algo peculiar en los títulos que comprenden la retrospectiva que dedicamos a esta cineasta: las seis películas están llenas de contrastes y al mismo tiempo son fábulas que se complementan, que comparten infinidad de detalles y símbolos, por eso cada vez que vemos un trabajo de Hadzihalilovic entendemos mejor el anterior.
Lucile no imita, no busca parecerse a nada, no repite ninguna fórmula y tiene una voz sin género que seduce y perturba al mismo tiempo. Podemos buscar referentes en sus películas, pero su cine es ya una referencia en sí mismo, pues cada uno de los universos que compone es una auténtica obra maestra en forma de pesadilla.
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