Ser freak, en el más profundo, polisémico y molesto sentido del término (y que cada cual se las apañe como pueda con él) reviste la actitud más radicalmente antinacionalista y apátrida posible. Ser freak hasta la médula del hueso, amante de lo extraño, estudioso del Lado Oscuro, vicioso de lo anormal y enamorado del morbo –lo demás es un estorbo, ya lo decía la canción- es no hacer caso alguno de fronteras, naciones, etnias, razas o colores, incluidos los de la bandera (sin contar el Negro, esa maravillosa ausencia de color a la que estamos todos abocados). Tú y yo, español o japonés, canadiense o brasileño, yanqui, francés o inglés, que adoramos las historias de espiritismo con espíritu burlón (BAGHEAD), el Black Metal sangriento y juvenil, aunque nos cueste la vida (LORDS OF CHAOS), la pulp fiction psicodélica, el Surrealismo y la exploitation, Guido Crepax, Métal Hurlant, Robbe-Grillet y James Bidgood (ULTRA PULPE), la macumba del muerto y el culebrón fantasmal (MORTO NAO FALA), los gabinetes de maravillas y el erotismo grotesco y absurdo (WUNDERKAMMER), el sadomasoquismo como estilo de vida, los asesinos en serie no demasiado serios, la música de los gialli y la tortura como una de las bellas artes (PIERCING); tú y yo, seas canadiense con espíritu checo, soriano que dirige en Inglaterra, sueco que se hace el ídem, compatriota de Zé do Caixao, francés fascinado por la sexploitation italiana o italoamericano que lees a perversos japoneses, compartimos una sola patria: Freakland, Darkland o como demonios te apetezca llamarla, si es que tiene o necesita acaso un nombre.
La única patria por la que daríamos y hemos dado ya la vida, un país sin fronteras, sin reyes, presidentes, ejércitos, estado ni policía. El reino de la impura anarquía de los sentidos, orgía de un cine y un arte más allá del bien y del mal, que son pura estética sin ética, sensibilidad sin sentido, perversidad gratuita o por necesidad, como inversión en un mundo siempre mejor cuanto peor parece a los demás. La Noche Más Freak de este año es internacional e intergaláctica, onanista e intersexual, metafílmica y nostálgica a la par que hipermoderna y neurálgica. Tiñe de humor el horror, y mezcla la realidad de la crónica negra con la fantasía a todo color, la cinefagia con la antropofagia, la animación con la masturbación, combinando en dionisíaca coyunda formatos, músicas y naciones, géneros, transgéneros y humores, biliosos, negros y de todos los colores. El eroguro japonés con el cine independiente americano, el espiritismo inglés con el esperpento hispano, el cuento de fantasmas anglosajón con el realismo mágico social latinoamericano, la avant garde francesa con el Glam brit y el cine “S” italiano, la animación canadiense con el surrealismo checo y eslovaco… Si queréis escapar del absurdo país en que os tocó nacer, La Noche Más Freak abre sus fronteras para todos vosotros, terroristas, ácratas y apátridas. Huyamos como ratas del barco Realidad, que se hunde sin remedio, y viajemos disfrazados de piratas hasta el final de la noche roja, segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer.
Aunque, no os voy a engañar: cuando a la mañana siguiente regreséis, puede que no exista ya ningún lugar donde volver.
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